ALMACEN "LOS PRINCIPIOS" SAN ANTONIO DE ARECO-ARGENTINA


ALMACEN "LOS PRINCIPIOS" SAN ANTONIO DE ARECO-ARGENTINA








Fundado en 1918, el ALMACÉN Y BAR mas antiguo de la localidad de San Antonio de Areco (Prov. Buenos Aires, Argentina)


ALMACEN "LOS PRINCIPIOS" SAN ANTONIO DE ARECO-ARGENTINA

Almacén Los Principios San Antonio de Areco pulperia almacen historico

ALMACEN "LOS PRINCIPIOS" SAN ANTONIO DE ARECO-ARGENTINA En 1918, los hermanos Fernández, Antonio y Francisco abren el Almacén de Ramos Generales “Los Principios” en la esquina de Arellano y Mitre (actualmente la Cooperativa Agropecuaria). En 1922 se muda el almacén a su actual ubicación en la esquina Moreno y Mitre. Esquina que recibía a la gente del campo que entraba por el “Puente Viejo” o el “Puente del Medio”. Su nombre tiene que ver con la herencia familiar que consistía en una formación ética-moral. Distintas personalidades de Areco fueron clientes, entre ellos Don Segundo Sombra. Pese a que el movimiento comercial de la esquina se modificó sustancialmente, es mérito de Don Beco Fernández, propietario actual del almacén, haber podido mantener el espíritu . Este clásico lugar es casi una maquina del tiempo y ya su vista desde afuera con una casona de estilo colonial y ladrillos antiguos a la vista ilustran lo que fueron esas épocas de paisanos y gauchos. El almacen aún hoy conserva las mismas intalaciones, decoraciones y paredes que tenia en le época en la que fue inaugurado en 1922. El lugar puede visitarse sin compromiso de compra, y sus infinitas fotos son conocidas en todos lados, ya que es como una capsula del tiempo, aunque nunca esta de más llevarse alguna bebida para los paseos que quedan por hacer en esta pintoresca ciudad.
Se encuentra a muy pocas cuadras de la plaza principal de San Antonio de Areco.
Este almacén se fundó en 1918, pero en esa época estaba en otro local, para luego mudarse en 1922.
 Su dueño y descendiente del fundador es don Antonio Fernández Izaguirre.




























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Almacén Los Principios: testimonios del Areco de ayer  
 
Por Gato Mendez

En la esquina de las calles Mitre y Moreno, en la cima de la subida del Hospital Zerboni, el almacén más viejo de Areco muestra su estampa de ladrillos al aire y su fachada de estilo colonial. No es este cualquier otro bar. Aunque desde hace ya un año que sus puertas no abren al público, "Los Principios", instalado allí desde 1922, conforma una especie de museo viviente que hasta hace poco tiempo guardaba intacta las costumbres de la verdadera vida de campo, de la época de las calles de tierra y de los repartos a caballo.

Entrar a este almacén equivalía a ingresar a una máquina del tiempo y viajar a los comienzos del siglo pasado: el piso, el mostrador, las enormes estanterías y las paredes eran originales; no intentaban respetar un estilo antiguo, no incluían imitaciones de un tiempo pasado. Eran reales y permitían hacer una lectura de nuestras raíces. La mística se apoderaba del cliente o del visitante en el mismo momento en que atravesaba alguna de sus puertas de madera.

En el interior de este viejo almacén, Américo Antonio -Beco- Fernández, aguardaba silenciosamente en la esquina del mostrador mientras anotaba con lapicera algunas de sus últimas ventas en el libro de caja, similar a los cuadernos utilizados por su padre en el inicio del negocio. Metódico, paciente y respetuoso, Fernández fue el responsable de que Los Principios siguiera siendo una reliquia en donde comprar una sopa, una palangana o tomar un buen fernet pediátrico. “El sector del bar y el almacén siempre convivieron armoniosamente”, aclaraba.

¿Cuándo empieza la historia del almacén “Los Principios”?
Este lugar comenzó a funcionar en 1922. Antes estaba en la esquina donde hoy se encuentra la Cooperativa, en Arellano y Mitre. En aquel entonces, mi papÁ con uno de sus hermanos pusieron un negocio, en 1918, al que llamaron “Los Principios”. Cuatro años más tarde se mudaron a este lugar, alquilaron la propiedad durante un año y en 1923, dejaron de arrendar y compraron.

¿Cuál era la función del negocio originalmente?
Se vendía de todo, en un almacén de ramos generales, en aquel entonces, se vendía de todo: alpargatas, alambre, soga. Y también se despachaban bebidas alcohólicas.

¿A qué se debe el nombre “Los Principios”?
El nombre hace referencia a los principios morales. Lo tiene desde 1918. Parece que ahora los principios no cotizan mucho en el mercado de valores, han dejado de importar. Pero yo sigo creyendo que los principios ennoblecen los actos de los hombres.

¿Y cómo era la vida en este pueblo cuando comenzó el almacén?
Las calles eran de tierra, había postes para dejar los caballos atados afuera. Desde esta esquina hacías dos cuadras y se terminaba el pueblo. Era todo campo después. En aquel entonces la gente compraba todo en almacenes. Había otros además de este, algunos de ellos más grandes. Tenían corralón y vendían postes, varillas, alambres, cal, cemento. Eran los grandes “shopping” de aquel entonces, se vendía desde un arado hasta una hojita de afeitar. Existían varios de esos negocios muy importantes, después, poco a poco fueron cerrando todos. Este se mantiene hasta el día de hoy.

Una foto que yacía sobre la estantería del almacén lograba robarse la atención de los clientes que pasaban por allí su mirada distraída. En la imagen se lo veía a Segundo Sombra junto a otros parroquiales en el patio del local de Fernández, en una de las tantas tardes que el protagonista del libro de Ricardo Güiraldes pasó en el interior del negocio, tomando unas copas entre otros paisanos. Segundo Sombra era habitué de Los Principios.

¿Tiene idea como era este personaje?
Yo no lo conocí, cuando el murió en 1936. Yo tenía apenas 3 años. Lo que sé, lo sé por referencia de mi padre. El venía siempre desde el puesto La Lechuza.

¿Qué le ha contado su padre? ¿Cómo era Sombra?
Era un hombre simple, común, había muchos más criollos que él, por el diablo. Para mí, lo que le impactó a Güiraldes fue la estampa del tipo. Dicen los que leyeron el libro y lo conocieron a él personalmente que lo que está escrito en la historia, la estampa de él, esta exactamente descripta. Lo de las manos como galleta, todo; lo describe exactamente igual. Pero después todo salió de la cabeza de Güiraldes.

¿No era un hombre que resaltaba entre los demás?
Para nada. Hay dos etapas, para que la gente entienda bien: la de la foto -cuando estaba con vida- en que él era Segundo Ramírez, y después está la etapa de Don Segundo Sombra, luego del éxito del libro.

Su almacén era muy visitado por turistas. ¿Qué es lo que más los sorprendía?
Se quedaban realmente muy impactados con el lugar. Los turistas miraban, y a veces no gastaban nada. Venían ingleses, brasileros, españoles, de todas partes del mundo. Lo que más valoraban era la prolijidad del negocio. Desde ya que también el hecho histórico, se quedaban sorprendidos con este negocio. Yo siempre les decía que en este estilo es el único, porque es auténtico. Fue siempre igual: en 90 años la única modificación que se hizo fue la colocación de la heladera, después están las mismas estanterías y el mismo mostrador. Era el único negocio que había quedado en pie de este estilo.

¿Y cuál fue el secreto para mantenerlo durante tantos años?
Hay que tener un poco de amor propio, amor por el lugar. Yo nací acá, en la época en que el medico partero atendía en cada casa. Acá pase mi lactancia, mi infancia, mi adolescencia; acá me casé y ahora acá estoy en la cuenta regresiva (risas). Acá todo, ¿cómo no lo iba a mantener?

Las sinceras reflexiones de Fernández se apagaron de a poco. Al pie de la inmensa ventana del almacén que dejaba observar la empinada subida de la calle Moreno, Américo pronunció su último comentario, infaltable en personalidades de otro tiempo. “Hay muchas cosas que los jóvenes no saben, nosotros los viejos sabemos más, pero ya estamos desapareciendo. Pronto no van a saber nada”, dispara.

La puerta lateral se abrió luego de quitar la pesada traba de hierro, sostenida por algunos tornillos. Beco saludó desde el umbral y volvió a ingresar a “Los Principios”. Afuera, el futuro, que había llegado hace rato.

Articulo publicado en DÍAS DE ARECO  - 10/10/2019 | Historia

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LA HISTORIA CONTINUA

Me han informado de que han vuelto abrir el Almacén Los Principio con un nuevo propietario con productos selectos, desde aquí les deseo toda clase de éxitos
Pueden seguirlo desde Instagram

https://www.instagram.com/los_principios_areco/?igshid=NTdlMDg3MTY%3D


A continuacion publico un reportaje de la Nacían donde se explica la nueva vida de este querido almacén

Mariana López Rabuini y Roberto Fernández se mudaron a San Antonio de Areco y decidieron devolverle la vida a la histórica pulpería Los Principios


SAN ANTONIO DE ARECO.– “No queremos cambiar nada, buscamos que todo permanezca en su lugar original”, cuenta Mariana López Rabuini, responsable junto a su pareja, Roberto Fernández, de la reapertura del histórico almacén de ramos generales Los Principios, en el tradicional pueblo San Antonio de Areco. Desde 1922 fue un puntal en la vida social de un pueblo que siempre tuvo ritmo gaucho. En su mostrador hubo un cliente legendario: don Segundo Ramírez, quien bajo la pluma de Ricardo Güiraldes se hizo leyenda: don Segundo Sombra. “Es una cápsula del tiempo”, dice López Rabuini.

Los Principios se llama así porque sus fundadores entendían la vida bajo el precepto de principios morales y éticos. “Los Principios no se negocian”, la frase se puede leer en una de las paredes.

Una figura dominó gran parte de la vida del boliche: don Américo “Beco” Fernández, hijo del fundador. Toda su vida estuvo detrás del mostrador. “Su presencia se siente en las estanterías”, cuenta Roberto Fernández, su sobrino nieto. El almacén cerró en 2018 y aquel hombre falleció en 2019. Desde entonces, y por primera vez desde 1922, estuvo cerrado.
La pareja tomó una decisión que le cambió la vida. Se conocieron en la ciudad de Buenos Aires en 2018. Él licenciado en ciencias políticas y ella arquitecta, en octubre de 2020, en plena pandemia, decidieron mudarse a San Antonio de Areco. “No lo dudamos, trajimos todo en dos camiones y cambiamos de vida”, cuenta López Rabuini. Pasaban por la esquina de Mitre y Moreno, y Los Principios les devolvía una postal indeseable: ventanas y puerta con las persianas bajas. Se les cruzó una idea: ¿por qué no reabrirlo? A principios de febrero de este año tomaron la posta y la mítica esquina volvió a ver el sol.

“No queremos cambiar el rubro, porque perdería la magia”, dice Fernández. Siempre fue el almacén del pueblo. En sus estanterías la paisanada hallaba las provisiones para sobrevivir a la soledad rural, pero también vendía su propia línea de ropa gaucha, sombreros y ajuares de gala para fechas patrias. Un detalle lo volvió liturgia: a un costado, entrando por una puerta especial, se accedía al mostrador donde se despachaba bebida. “Las mujeres entraban por otra puerta”, afirma López Rabuini.
Eran leyes de antaño. Los principios obligaban a separar las cosas. El hombre llegaba también con una bolsa para hacer las compras familiares, pero también para ponerse el día tomando una caña, la ginebra, el vermut.

“Beco se manejaba con los principios”, destaca Fernández. Ellos decían que había que beber con respeto. “No toleraba gritos, insultos ni falta de respeto, aquel que fallaba a esos principios, recibía un castigo: lo echaba y no podía volver nunca más”, cuenta su sobrino nieto. Simple. “Te quedabas afuera de todo”, agrega Fernández.

“Nos encontramos todo tal cual lo dejó Beco”, cuenta López Rabuini. Sin caer en la comodidad de transformar el espacio en un restaurante, esta nueva versión de Los Principios vuelve a su origen aunque con una ligera modificación. Se trata de un almacén de ramos generales con productos locales y algunos de otras partes del país, muy difíciles de hallar para el vecino arequero. “Queremos mostrar todo lo que hacen los productores locales, esa es nuestra idea”, confirma López Rabuini.
Las altas estanterías se dividen en dos partes, lo que está al alcance de la mano con productos actuales arequeros que van desde un gin, vermut hasta un chimuchurri ahumado o cítrico. Alpargatas, conservas, quesos y salames. Lo que está cerca del techo, todas las mercaderías que quedaron atrapadas por la red de la melancolía y el tiempo. Cajas de galletitas, frascos de café, y botellas de años. “Entran vecinos para ver las marcas que compraban cuando eran niños”, cuenta Fernández. Las señales a los buenos tiempos es la mejor atracción.

Joya de la corona
“No es una puesta en escena, acá está presente Beco”, sostiene Ariel Arellano, gestor cultural y vecino. Lo conocía al bolichero. No quiso perderse esta reapertura y deja posar su mirada por el mostrador, las paredes y el piso en damero, todo original. “Es parte de la joya de la corona de Areco, Los Principios no es sólo un bien histórico bonaerense, sino nacional”, afirma. Su reflexión se basa en aquellos principios que fundaron el almacén. “Forman parte de una época importante de la Argentina”, analiza Arellano.
La historia del almacén resume la de San Antonio de Areco. Los hermanos Antonio (padre de Beco) y su hermano Francisco Fernández abrieron en 1918 un ramos generales; en el 22 lo mudaron a su actual ubicación y desde entonces permaneció en la misma familia. Los gauchos entraban al pueblo por el puente viejo que cruza por el río Areco y pasaban por el almacén a buscar provisiones. “No regresaban por un mes”, recuerda Roberto Fernández, padre, quien creció en el barrio y conoció la esquina desde la cuna. Don Segundo Ramírez era una de ellos. Una foto en la pared lo muestra en el mostrador.

Las anécdotas de aquellos tiempos son increíbles. El padre de Beco, Antonio, tenía fama de saber “las cosas del cielo”, dicho en criollo: sabía el pronóstico del tiempo. Tenía una veleta en el techo del almacén. Antes de emprender algún baile, los paisanos iban y buscaban asesoramiento. Se subía al techo y consultando dirección del viento, forma de las nubes y vaya uno a saber qué más, bajaba con el pronóstico: “No va a llover, pueden hacer el baile nomás”, cuenta Fernández.
“De niños íbamos a jugar a la pelota a la orilla del río”, agrega Fernández. En las calurosas tardes de verano, el pueblo hervía, pero los chiquilines sabían que Beco tenía un corazón grande. “Pedíamos una botella de Coca y en la complicidad, Beco nos ponía un poco de Fernet”, cuenta. Pocas veces veía dinero, todo se arreglaba con la palabra, el crédito se basaba en la confianza y se materializaba en la libreta, una vez por mes el cliente cancelaba su deuda. “Los principios regían todo, esa moral se trasmitía desde el mostrador, y siempre funcionó”, acuerda el vecino, feliz por la reapertura de esta esquina fundante de altos valores que marcaron a muchas generaciones.

“En los años en donde se modificaba la hora, Beco jamás lo hizo con su reloj”, cuenta Fernández. ¿La razón? “Los Principios se lo impedían: por lo tanto mientras todos abrían a las tres de la tarde, él continuaba abriendo a las cuatro”, dice. En el mostrador se esgrimían profundas cuestiones. “Sobre la base de los principios, se tomaban decisiones”, remarca Fernández.
“Mágico, prolijo e impecable almacén”, así lo define a Los Principios el periodista Pietro Sorba en su libro Pulperías de Buenos Aires. En los días antes a la inauguración, limpiando esta cápsula del tiempo, hallaron marcas de un pasado encantador. Botellas de Gancia con un piolín marcando el nivel del líquido, y una etiqueta con un nombre y apellido. “Los clientes compraban una botella para su aperitivo diario”, cuenta López Rabuini. En la base de muchos artículos, en vez de precios, había letras. “Cada letra significa un valor”, dice Fernández.

San Antonio de Areco es un pueblo de tradiciones. Y se respetan. “Tratamos de no contaminarnos”, señala Susana De Lellis, madre de Roberto hijo. “Es una manera de sobrevivir a la globalización”, agrega. El casco histórico está protegido y muchos edificios, como Los Principios, son “Lugares Significativos”, con idéntica protección.“A la gente le gusta que las cosas se preserven, forma parte de la identidad del pueblo”, aclara De Lellis. Calles adoquinadas, viejas esquinas donde aún funcionan boliches de 200 años, como el de Bessonart. Si algo le faltaba a San Antonio de Areco era ver las puertas abiertas de “Los Principios”, la joven pareja se ilusiona y espera que productores locales lleven sus productos para llenar nuevamente las estanterías. “Cumplimos un sueño, lo visualizamos, trabajamos y lo hicimos”, concluye López Rabuini.

Articulo publicado por la 13 de marzo de 2023
Por Leandro Vesco
LA NACION



Tierra de Gauchos de Güemes




























Tierra de Gauchos de Güemes

El gaucho es un tipo de vaquero característico de las llanuras y zonas adyacentesnota  de Argentina, Uruguay, Paraguay, Chaco boliviano, sur del Brasil (Río Grande del Sur, Santa Catarina, Estado de Paraná, Mato Grosso del Sur) y el sur de Chile. Se identificaba e identifica por su condición de hábil jinete y por su vínculo con la proliferación de vacunos en la región, además de por las actividades económicas y culturales derivadas de ella, en especial la del consumo de carne y la utilización del cuero.

Aparecido en el curso del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, fue un habitante semi-nómada, con autonomía personal considerable. Los sistemas de trabajo impuestos por algunos terratenientes luego de la independencia dieron forma al particular régimen clientelar del peón de campo.

A la mujer gaucha tradicionalmente se le ha llamado "china" (en quechua: muchacha y por extensión hembra), "paisana", "guaina" (en el norte litoraleño), "gaucha", "prenda".

Casi desaparecido como tal a principios del siglo XX, el gaucho conserva un papel importante en el sentimiento nacionalista de Argentina y Uruguay, así como independentista de Río Grande del Sur. Habiendo sido actor importante de las guerras de la independencia y civiles, y desarrollado una literatura original, la literatura gauchesca, uno de sus ejes temáticos fue la denuncia de la injusticia social, que tuvo como punto culminante los libros El gaucho Martín Fierro (1872) y La vuelta de Martín Fierro (1879).

Mantiene semejanzas con otros caballeros, no por ser precisamente un trabajador sino como habitante del campo, y sobre todo como jinete, como por ejemplo: el charro mexicano, el huaso chileno, el llanero colombo- venezolano, el cowboy estadounidense, el vaquero paraguayo (el actualmente llamado "vaquero" en Paraguay muchas veces también ha recibido por razones históricoculturales el nombre de gaucho





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Martín Tatta
DOMA NATURAL. Martín Tatta es un autodidacta domador de caballos. Nacido y criado en una estancia del tradicional y gauchesco pueblo de San Antonio de Areco, a 110 kilómetros de la Capital Federal, Martín ha vivido y trabajado entre los caballos de toda su vida y durante los últimos 11 años ha estado presentando con su yegua Milonga un espectáculo demostrativo para los turistas que se acercan al histórico pueblo de Don Segundo Sombra.
 (diario Clarin)"
Apenas parece que esté haciendo algo, por eso es tan especial" explica Nally. "He visto a otros domadores recurrir a las riendas y manipular la cabeza de los caballos hacia atrás y hacia adelante, pero no Martín. Él es firme y suave y consigue trabajar con ellos. Tiene un don. Ha nacido con él".

Los gauchos son la versión argentina de los vaqueros estadounidenses, fácilmente distinguibles por su estilo de vestir, sus sombreros peculiares, su costumbre de beber mate, sus cinturones de plata y sus perneras de cuero. Históricamente han sido vistos como una especie de forajidos estoicos, ellos mismos una especie difícil de domar.

Un gaucho sin caballo simplemente no es un gaucho, explica Andrea Vigil, directora del histórico Museo del Gaucho, en el mismo poblado.



























Martín Tatta, haciendo doma de MANSEDUMBRE SIN VIOLENCIA


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Si bien la palabra gaucho o gauchesco se ha utilizado en diferentes circunstancias con sentidos variados, con referencia tanto al poblador de las zonas rurales de gran parte del Cono Sur (particularmente del Cono Sur en su vertiente al este de los Andes), como a una forma de cultura, en los primeros tiempos se utilizó para designar un tipo de habitante de las Sierras del Este de la Banda Oriental, las llamadas “tierras de nadie”, las fronteras entre los dominios español y portugués. Los “gauchos” y sus antecesores los “gauderios” y “changadores” lograban subsistir, compartiendo y mezclándose con guenoas y otros pueblos nativos, los recursos naturales de la zona, y más especialmente, el abundante ganado cimarrón que se había reproducido ampliamente en las praderas de dicho territorio. Originalmente se utilizaban las palabras vagabundo o bagamundo, changador, forajidos, y más tardíamente, gauderíos, para este grupo social "cimarrón" y multiétnico.

La denominación "gaucho" recién se comienza a utilizar en forma habitual en las últimas décadas del siglo XVIII, denominando un cierto tipo rural independiente y rebelde de orígenes criollos, que no obedecía ni aceptaba las rutinas sociales y de trabajo impuestas por las autoridades.

La palabra propiamente dicha aparece por primera vez en un documento escrito en 1771 refiriéndose a ciertos "malhechores" que se escondían en la Sierra a una cierta distancia de Maldonado, tal vez en la misma Sierra de los Rocha o sus adyacencias.[cita requerida] Se trata de una comunicación del comandante de Maldonado, Pablo Carbonell, enviada a Buenos Aires al virrey Juan José Vértiz, fechada el 23 de octubre de 1771







Desde sus "refugios" en las sierras del este, los gauchos y gauderíos se trasladaban al oeste para ir a buscar tropas y rebaños que llevaban hacia el este, ya sea a lo largo de la costa hacia las poblaciones portuguesas más cercanas, o en algunas ocasiones a la costa de Castillos, donde las vendían a expediciones europeas (sobre todo francesas). El pasaje de ganado desde la mitad sur de la Banda Oriental hacia Brasil era posible tanto por las zonas costeras, a lo largo de las lagunas, donde además había rinconadas naturales que facilitaban el trabajo, como por la Cuchilla Grande en tierras del Cerro Largo. La zona de Cerro Largo que era un camino natural, un área descampada dominantemente ondulada de praderas sin mayores escondites naturales. Los caminos de la costa, en cambio, tenían numerosas zonas serranas en sus cercanías donde los "gauchos" podían refugiarse cuando venían las patrullas españolas. Las serranías de Ánimas, Carapé y de la Ballena  tenían la desventaja de estar demasiado cerca de los destacamentos militares de Maldonado. Por esa razón es probable que los primeros núcleos gauchos se hayan refugiado en las zonas serranas rochenses, en particular detrás de la Sierra de los Rocha.

Es destacado mencionar además, que a partir del Tratado de Madrid y hasta la modificación de los límites algunos años más tarde, la frontera entre España y Portugal había estado ubicada en la zona de los Castillos (hoy conocida como Cabo Polonio); el primer marco estaba en una punta rocosa al oeste de este Cabo, en el cerro Buena Vista, en el Cerro de la India Muerta y así sucesivamente hasta llegar a la Cuchilla Grande.

La Sierra de los Rocha era la última antes de llegar a dicha línea fronteriza y tal vez por ese motivo, ya sea detrás o hacia el norte de la misma se habrían localizado los primeros refugios gauchos.

Ya en la época de los gauderíos, algunos años antes, se hablaba de una "republiqueta" de gauderíos en la zona de Cebollatí. En ese lugar, habían "fortificado los principales puntos con cañones, fosos y palizadas, en las estancias que eran de los indígenas guaraníes"










































Los gauchos de Güemes fueron una milicia nacional o milicia irregular comandada por Martín Miguel de Güemes, que cumplió un destacado papel en la Guerra de Independencia de Argentina en la frontera noroeste del país.

La milicia, organizada espontáneamente por Güemes, actuó en la región desde apenas iniciadas las hostilidades; ejerció una guerra de guerrillas, basada en su superior conocimiento del terreno, su excelencia ecuestre y la flexibilidad, atacando a las tropas realistas en posiciones desventajosas y diezmando sus provisiones, su equipo y su ganado, también utilizando tacticas nunca antes vista en la época, como ser ataques nocturnos, y ataques seguido de retiradas, con el fin de debilitar las tropas enemigas.. De acuerdo a José de San Martín, que informó de la situación al director José Gervasio de Posadas, las tropas de Joaquín de la Pezuela habían debido destinar una división entera a intentar paliar los daños infligidos por los milicianos. San Martín los incorporó al Ejército de los Andes, dando a Güemes el título de Comandante General de Avanzadas.

Sus integrantes se reclutaron entre los gauchos de la región. Estaba compuesta íntegramente por caballería, empleando las armas de las que se dispusiera, en especial el machete —reemplazando al sable de los ejércitos regulares— y el rifle. Estuvieron activos desde el comienzo de las hostilidades hasta la muerte de Güemes, pero intermitentemente, regresando a ejercer las tareas del campo entre actividades. No vestían de uniforme, llevando como distintivo un poncho punzó, y protegiéndose con guardamontes de cuero y petos del mismo material para sus monturas. Leopoldo Lugones dio en llamar luego a estos combates la guerra gaucha.

Se organizaban en escuadrones, divididos a su vez en compañías, acompañadas cada una de cirujano y capellán castrense. Actuaron conjuntamente con el Regimiento de Granaderos a Caballo y con el Regimiento de Cazadores a caballo en la campaña altoperuana. Tras el cambio táctico que llevó a San Martín a emprender el cruce de los Andes, se les sumó durante un tiempo una pequeña tropa boliviana dirigida por Juana Azurduy, heroína del alzamiento de Chuquisaca.
Los comandantes de Güemes en la frontera fueron el marqués de Yavi, Juan José Feliciano Alejo Fernández Campero, a cargo del flanco oriental de la Puna; Francisco Pérez de Uriondo, en Tarija; Manuel Arias, en Orán; y José María Pérez de Urdininea en Humahuaca. A Jujuy lo protegían los comandantes Bartolomé de la Corte, Domingo Arenas y José de la Quintana.




Soy gaucho y entiendanló.
Como mi lengua lo explica,
para mí la tierra es chica
y pudiera ser mayor.
Ni la víbora me pica,
ni quema mi frente el sol.

Mi gloria es vivir tan libre
como el pájaro del Cielo,
no hago nido en este suelo
ande hay tanto que sufrir;
y naides me ha de seguir
cuando yo remonte el vuelo.

'Yo no tengo en el amor
quien me venga con querellas,
como esas aves tan bellas
que saltan de rama en rama.
Yo hago del trébol mi cama
y me cubren las estrellas.

Y sepan cuantos me escuchan
de mis penas el relato
que nunca peleo ni mato
si no es por necesidá;

Y atiendan la relación
Que hace un gaucho perseguido,
que padre y marido ha sido
empeñoso y diligente,
y sin embargo la gente
lo tiene por un bandido.
y que a tanta alversidad
sólo me arrojó el mal trato.

Martín Fierro